Evolución e Involución


La palabra Evolución contiene en sí misma, un significado dogmático y ése precisamente es su rasgo característico.

Los basamentos científicos de la Evolución son: Las teorías nebulares sobre el origen del universo, con todas sus innumerables alteraciones, modificaciones, adiciones, restricciones, etc., que realmente nada cambia en la original concepción errónea del proceso mecánico de construcción; y segundo, la caprichosa Teoría, de Darwin sobre el origen de las especies con todas sus correcciones y cambios posteriores.

En cuestión de concepciones nebulares hay mucho que comentar y sobre el origen del Universo se han inventado por estos tiempos muy ingeniosas TEORIAS, pero todo eso son puras especulaciones fantásticas sin comprobación alguna, juegos de la mente, tonterías.

La evolución y transformación de las especies en el sentido estrictamente Darwinistas se fundamenta en "hechos" seleccionados artificialmente; Para probar la teoría, se recurre a la anatomía comparada, a la morfología, a la embriología, a la paleontología, etc., pero cada década niega los "hechos" de la década anterior y los sustituye por nuevos "hechos", pero la teoría permanece inconmovible.

En realidad la aparición de nuevas especies como resultado de la Ley de la Evolución no pasa de ser más que una simple hipótesis porque jamás se ha podido verificar, nadie ha visto aparecer una nueva especie.

El pensamiento moderno al crear la Teoría de la Evolución se olvidó de los procesos destructivos de la naturaleza. La razón de esto estriba en el campo de visión intelectual demasiado limitado de estos tiempos, debido a esto se elaboran teorías de relumbrón, muy bonitas, pero con un número insuficiente de "hechos"; ninguno de los procesos es ciertamente conocido en forma integra y observando sólo parte del proceso, los hombres dicen que este proceso consiste en cambios de tipo evolutivo.

La mente humana esta por estos tiempos modernos ya tan degenerada que hasta se ha hecho incapaz de comprender el proceso inverso involutivo, en gran escala. La mente de los eruditos está tan embotellada en el dogma de la evolución que sólo sabe pensar en función de su propio embotellamiento y a los fenómenos de destrucción, decadencia y degeneración les aplica los calificativos de evolución, desarrollo y progreso.

Los pueblos y culturas de la Edad de Piedra no son el principio ni el fin del mundo, son únicamente la declinación y degeneración de riquísimas civilizaciones anteriores y esto está demostrado por los restos de las culturas prehistóricas, por los datos de los Filología comparada que muestran la sorprendente riqueza psicológica de las lenguas arcaicas, por los documentos irrefutables de arte y literatura antiguos.

Las llamadas razas primitivas europeas de la Edad de Piedra, tales como la de Cromagnon que vivía en las cavernas de la tierra, fueron muy hermosas pero el impulso cíclico descendente, involutivo, pesaba terriblemente sobre esas razas de origen atlante; Finalmente el hombre paleolítico dejó su puesto a su sucesor, desapareciendo casi por completo de la escena.

Dentro de todo proceso evolutivo existe un proceso involutivo. La Ley de la Evolución y su hermana gemela la Ley de la Involución, trabajan en forma coordinada y armoniosa en todo lo creado.

Las Leyes de la Evolución y de la Involución constituyen el eje mecánico de la Naturaleza.

Negar la ley de la evolución seria absurdo, pero atribuirle a dicha Ley factores que no tiene, es estúpido.

Existe Evolución en todo proceso creador, en la semilla que germina y crece, en el niño que nace, en la planta que florece.

Existe Involución en todo proceso destructivo, en el árbol que se marchita y que por último se convierte en un montón de leños, en la planta que envejece, en el anciano que por fin exhala el último suspiro.

Todo lo que existe en la creación evoluciona hasta cierto punto perfectamente definido por la naturaleza, y luego involuciona hasta regresar al punto de partida original.

Así podemos comprender como estas dos leyes funcionan para dar un equilibrio a la creación, afirmar que el desarrollo es continuo es afirmar una tremenda ignorancia, podemos evidenciar claramente como un imperio florece y luego decae, esa es la ley, la evolución e involución.

Pensamientos de Lao Tse


Existe algo, un todo indiferenciado, que antes de los cielos y la tierra. Sólo tiene imágenes abs­tractas, ninguna forma concreta. Es profundo, oscuro, silencioso, indefinido; no oímos su voz. Asignándole un nombre, lo llamo el Camino.

El Camino es infinitamente elevado, insondable­mente profundo. Abarcando el cielo y la tierra, reci­biendo de lo que no tiene forma, produce una corrien­te que fluye intensa y ampliamente sin desbordarse. Opaco, se sirve de una clarificación gradual mediante la calma. Cuando se aplica, es infinito y no tiene día ni noche; pero cuando es representado, ni siquiera llena la mano.

Es reducido, pero puede expandirse; es oscuro, pero puede iluminar; es flexible, pero puede ser firme. Absorbe lo negativo y emite lo positivo, manifestando así las luces del sol, la luna y las estrellas.

Gracias a él son altas las montañas, son profundos los océanos, corren los animales, vuelan los pájaros. Gracias a él vagan los unicornios, remontan el vuelo los fénix, siguen su curso las estrellas. Garantiza la supervivencia mediante la destrucción, la nobleza mediante la bajeza, y el avance mediante la retirada. En la antigüedad, los Tres Augustos alcanzaron el orden unificador del Camino y permanecieron en el centro; sus espíritus vagaron con la Creación, y así reconfortaban a todo el mundo en los cuatro cuadrantes.

De esta manera, el Camino produce el movimien­to de los cielos y la estabilidad de la tierra, girando incesantemente como una rueda, fluyendo sin cesar como el agua. El Camino se encuentra en el principio y en el fin de las cosas: cuando se levanta el viento, se condensan las nubes, ruge el trueno y cae la lluvia, res­ponde como un concierto sin fin.

Devuelve lo esculpido y lo pulido a la simplicidad. No se las ingenia para hacerlo, sino que se funde con la vida y la muerte. No se las ingenia para expresarlo, sino que comunica virtud. Conlleva en sí una felicidad pacífica que no tiene orgullo, y así alcanza la armonía.

Existen infinitas diferencias cuando el Camino facilita la vida: armoniza la oscuridad y la luz, regula las cuatro estaciones y armoniza las fuerzas de la natu­raleza. Humedece el mundo vegetal, impregna el mundo mineral. Los animales salvajes se hacen gran­des, sus pieles lustrosas; los huevos de los pájaros no se rompen, los animales no mueren en el seno materno. Madres y padres no sufren la pena de perder a sus hijos, los hermanos no experimentan la tristeza mutua­mente. Los niños no quedan huérfanos, las mujeres no enviudan. No se ven signos atmosféricos de mal agüe­ro, no se producen robos y bandolerismo. Todo esto es aportado por la virtud interna.

El Camino natural incesante da nacimiento a los seres, pero no los posee; engendra la evolución, pero no la gobierna. Todos los seres nacen dependientes de él, pero ninguno sabe cómo agradecérselo; todos mueren a causa de él, pero ninguno puede quedar resentido por ello. No se enriquece por el almacenamiento y la acumu­lación, ni se empobrece por el desembolso y el disfrute.

Es tan inasible e indefinible que no puede ser imagi­nado; no obstante, aunque sea indefinible e inasible, su función es ilimitada. Profundo y misterioso, responde a la evolución sin forma; triunfante y efectivo, no actúa en vano. Se enrosca y se desenrosca con firmeza y flexibili­dad; se contrae y se expande con oscuridad y luz.

El estado de sabiduría no tiene nada que ver con el gobierno de los demás, sino que es un asunto de ordenarse a sí mismo. La nobleza no tiene nada que ver con el poder y el rango, sino que es un asunto de autorrealización; lograr la autorrealización, y el mundo entero está dentro de uno mismo. La felicidad no tiene nada que ver con la riqueza y la condición social, sino que es un asunto de armonía.

Quienes saben suficiente para disminuir la impor­tancia del yo y considerar la ligereza del mundo están próximos al Camino. Por ello he dicho: «Alcanzando el extremo del vacío, conservando la calma definitiva, mientras millones de seres actúan en concierto, de ahí observo el retorno.»

El Camino moldea a miríadas de seres, pero conti­núa sin tener forma. Silencioso e inmóvil, abarca total­mente lo desconocido indiferenciado. Ninguna vastedad es suficientemente grande para estar fiiera de él, ningu­na cosa diminuta es suficientemente pequeña para estar dentro de él. Carece de morada, pero da origen a todos los nombres de lo que existe y de lo que no existe.

Las verdaderas personas lo encarnan a través del vacío abierto, facilidad ecuánime, inteligencia clara, fle­xibilidad elástica, pureza no adulterada y simplicidad llana, sin enredarse en las cosas. Su virtud perfecta es el Camino del cielo y de la tierra, por ello son llamadas verdaderas personas.

Las verdaderas personas saben cómo disminuir la grandeza del yo y la pequeñez del mundo; estiman el autogobierno y desdeñan gobernar a los demás. No permiten que las cosas perturben su armonía, no dejan que sus deseos molesten sus sentimientos. Ocultando sus nombres, se esconden cuando el Camino está en acción y aparecen cuando no lo está. Actúan sin argu­cias, trabajan sin esfuerzo y saben sin intelectualizar.

Apreciando el Camino del cielo, aceptando el corazón del cielo, respiran la oscuridad y la luz, exha­lando lo viejo e inhalando lo nuevo. Se cierran junto con la oscuridad y se despliegan con la luz. Se enrollan y se desenrollan con firmeza y flexibilidad, se contraen y se expanden con oscuridad y luz, tienen la misma mente que el cielo y el mismo cuerpo que el Camino.

Nada les complace, nada les produce dolor; nada les da placer, nada les disgusta. Todas las cosas son misteriosamente lo mismo; no hay nada correcto ni equivocado.

           Quienes son físicamente heridos por las torturas de las condiciones climáticas extremas se encuentran con que el espíritu es sofocado cuando el cuerpo está exhausto. Quienes son heridos psicológicamente por las aflicciones de las emociones y de los pensamientos se encuentran con que el cuerpo es abandonado cuan­do el espíritu está exhausto. Por ello, las verdaderas personas vuelven deliberadamente a la esencia, con­fiando en el apoyo del espíritu, y alcanzando de esta manera la plenitud. Así pues, duermen sin sueños y se despiertan sin preocupaciones.

Quienes alcanzan el Camino son débiles en la ambición pero fuertes en la acción; sus mentes son abiertas y sus respuestas ajustadas. Quienes son débiles en la ambición son flexibles y complacientes, pacíficos y tranquilos; se ocultan en la actitud de no adquirir y aparentan ser inexpertos. Tranquilos y sin estratage­mas, cuando actúan lo hacen a tiempo.

Por ello, la nobleza debe estar enraizada en la humildad, el espíritu elevado debe estar basado en la modestia. Utiliza lo pequeño para contener a lo grande; permanece en el centro para controlar lo exter­no. Compórtate con flexibilidad, pero sé firme, y no habrá poder que no puedas vencer, adversario que no puedas superar. Responde a las circunstancias, evalúa el momento adecuado, y nadie podrá hacerte daño.

Quienes fuesen firmes deben preservar la firmeza con flexibilidad; quienes fuesen fuertes deben proteger la for­taleza con debilidad. Acumula flexibilidad y serás firme; acumula debilidad y serás fuerte. Observa lo que ellos acumulan y sabrás quién sobrevivirá y quién perecerá.

Quienes vencen a los menos fuertes mediante la fuerza llegan a un punto muerto cuando se encuentran con sus iguales. Quienes vencen a los más fuertes mediante la flexibilidad tienen un poder que no puede medirse. Por ello, cuando un ejército es fuerte, perece; cuando un árbol es fuerte, se quiebra; cuando el cuero es fuerte, se agrieta; los dientes son más fuertes que la lengua, pero son los primeros en morir.

Así pues, la flexibilidad y la complacencia son los administradores de la vida, la dureza y la fuerza son los soldados de la muerte. Tomar la delantera es el camino del agotamiento; actuar con posterioridad es la fuente del éxito.

Atenerse al Camino para ser un compañero para la evolución implica el liderazgo para regular el seguimiento, y seguir para regular el liderazgo. ¿Qué es esto? Significa no perder los medios de regular a la gente, que la misma gente no puede controlar.

Seguir significa combinar los elementos de los acontecimientos de tal manera que se armonicen con los tiempos. Los cambios a lo largo del tiempo no per­miten reposar en los intervalos: si actúas por adelanta­do, eso es ir demasiado lejos; si actúas demasiado tarde, no puedes ponerte al día.

         A medida que pasan los días y los meses se van, el tiempo no se entretiene con la gente. Es por ello por lo que los sabios no valoran tanto una gran gema como un poco de tiempo. El tiempo es difícil de encontrar y fácil de perder.

Por ello, los sabios manejan sus asuntos de acuer­do con los tiempos y realizan sus obras de acuerdo con los recursos. Mantienen el camino de la pureza y son fieles a la disciplina de lo femenino. A medida que avanzan y responden a los cambios, siempre siguen y no preceden. Flexibles y complacientes, por ello están en calma. Pacíficos y fluidos, por ello están seguros. Quienes atacan a los grandes y vencen a los fuertes no pueden luchar con ellos.

Manual básico para la meditación


No se trata de poner la mente en blanco, porque eso es verdaderamente absurdo, lo que se requiere es llegar a la quietud y al silencio de la mente, y eso es diferente, pero “poner la mente en blanco” resulta en el fondo (y perdóneseme la palabra) hasta entupido, se necesita algo mas que esa estupidez, se necesita quietud y silencio de la mente, cuando el proceso del pensar se ha agotado, la mente se queda quieta y en silencio, y entonces adviene lo nuevo.

No se trate de combatir los pensamientos para que la mente quede quieta. No, lo que se trata es de contemplar es de contemplar esos pensamientos, de comprenderlos: contemplar esos deseos inteligentemente, contemplar y comprender todos los recuerdos que llegan a la mente, cuando uno va comprendiendo todo eso que llega al entendimiento, entonces no puede decirse ni una palabra. Pongamos que llegue a la mente el recuerdo de una escena de ira en la casa. ¿Qué hacer? Tratar de comprenderla. Y después de comprenderla, ¿Qué? Olvidarla. Si luego surge otro recuerdo: la conversación con el compadre, o con el vecino, o con la comadre, ¿Qué hacer? ¿Rechazar? No. ¿Entonces que? Meditar y comprender. Comprendido, olvídelo. Que surge el recuerdo de un partido de futbol, ¿Qué hacer, rechazarlo? No. Repito: comprender la futilidad de aquello, la vanidad de aquello, una vez comprendida a fondo, olvídelo. Y así todo ese desfile de pensamientos, de deseos, de sentimientos, de recuerdos, etc. Tienen un principio y un fin. Cuando esa cinta de recuerdos, pensamientos, emociones, etc. Ha terminado, la mente queda quieta y en silencio, entonces adviene lo nuevo.

¿Y si no adviene, diríamos, si a pesar de creer que ya estamos en quietud y en silencio nada sucede, que pasa? Sencillamente no hemos llegado a la quietud absoluta en todos los niveles de la mente, entonces no nos queda mas remedio que descender hasta niveles mas profundos, quiero decir con esto que llegada la quietud en el nivel meramente intelectual, debemos pasar entonces a la quietud en el segundo nivel, increpar a la mente, preguntarle por que esta así, por que quiere el silencio. La mente responder con absurdos pensamientos, con sofismas. Nosotros debemos hacerle comprender a la mente las futilidades que siente, o su vanidad, y conseguido eso pasar a un tercer nivel, comprender pues, hacerle comprender en este tercer nivel la necesidad de estar quieto, y así sucesivamente hasta alcanzar la quietud de la mente.

No se trata pues, de poner la mente en blanco, porque eso es totalmente absurdo, sino lograr la quietud y el silencio de la mente, que es totalmente diferente.

Resulta interesante citar ahora acá unas reflexiones para arrojar más luz a este tema de la meditación.

Debemos entender queridos lectores, que las limitaciones que ahora la humanidad posee se deben únicamente a las barreras mentales, la mente es una cárcel de la cual no debemos estar encerrados, todos los grandes sabios de todas las edades hacen hincapié en la liberación, liberación que también es de tipo mental.

Llegamos al punto pues de eso que se llama “la verdad” incuestionablemente el objetivo de la meditación no es mas que el de libertarnos de nuestros propios prejuicios, de nuestras limitaciones mentales, de nuestro ego, para conocer aquello que es lo real, lo verdadero.

El gran Kabir Jesús dijo: “Conoced la verdad y ella os hará libres”. La verdad no es cuestión de teorías, no es cuestión de creer o de no creer, tampoco es cosa de conceptos u opiniones, no se pueden hacer conclusiones con respecto a la verdad. ¿Pero que es una opinión? Es una proyección de un concepto, con la duda o temor de que otra cosa sea la verdad. ¿Pero que cosa es un concepto? Sencillamente un razonamiento elaborado y debidamente proyectado por la mente, que puede coincidir o no con tal o cual cosa. ¿Pero debemos asegurar que un concepto o una opinión emitida por el intelecto sea precisamente la verdad? No. La verdad es incomunicable, es real solo para aquel que la ha experimentado por si mismo.

En el terreno de la meditación, debemos tener pues, una mente pasiva, un sentimiento pasivo, una personalidad pasiva, pero una consciencia totalmente activa.

Ahora bien se hace fundamental recordar que la meditación no necesariamente requiere una postura adecuada, la mas popular es la de flor de loto, allá en el mundo Oriental, pero nosotros podemos meditar de cualquier manera, en esta practica se trata de estar lo mas cómodo posible, y las personas pueden hacerlo de cualquier manera, sentado, acostado, con las piernas cruzadas, etc.

Otra de las cosas fundamentales querido lector, es la respiración, es necesario aclarar que debe ser mas profunda la inhalación que la exhalación, sencillamente porque necesitamos hacer fluir la energía creadora desde afuera hacia adentro, es decir, hacer mas corta la exhalación que la inhalación, con esta practica llega el momento en que la energía fluye de afuera hacia adentro y hacia arriba.

Los ojos deben estar cerrados durante la practica de la meditación para así evitar que las cosas exteriores nos distraigan, durante las inhalaciones y exhalaciones es de gran ayuda recitar el siguiente mantram HAM-SAH (tal como suena) Este mantram se recitara de la siguiente manera: mientras inhalamos sentimos que las energías ascienden por esos maravillosos canales que en el oriente son llamados Ida y Píngala, sintiendo que la energía llega a nuestra cabeza recitaremos el HAM mentalmente mientras inhalamos profundamente, luego de pasado 1 minuto exhalamos recitando el SAH pero esta vez verbalmente como un suspiro, de esta manera se inhalara y exhalara recitando el mantram consecutivamente.

Esta metodología se hará primero para preparar el cuerpo y la mente, para relajarnos, luego de pasados 1 hora o el tiempo que se quiera realizar iremos a la verdadera práctica la cual es la quietud y el silencio de la mente, la cual explique más arriba, si se siguen estos pasos y el practicante es paciente los resultados serán maravillosos, pero acá de nada valen las habladurías, solo cuenta la real experiencia, deseo que estos escritos sean de provecho para el querido lector y sin más me despido, cualquier duda o sugerencia solo comenten.